El fútbol despierta pasiones, lo sabemos, cantar 90 minutos para que tu equipo este motivado es
una de las cosas más bonitas que pueden verse, ya sea por televisión o en la grada de enfrente,
aquellos que amamos el deporte sabemos que la pasión se demuestra por medio de esos cantos,
de las banderolas, de la pintura alegórica en la cara, de las bengalas… pero hasta ahí… la pasión
nunca debe ser excusa para cometer delitos.
Es innegable que la barra está unida al fútbol, pero no se puede generar violencia o cometer actos
delictivos en el nombre del fútbol o por amor a un equipo. El ver al otro como enemigo hace que
los ánimos se caldeen. La final del máximo torneo futbolístico de este lado de América ha sido
postergada porque un grupo de desadaptados sociales lanzó piedras a un bus donde estaban los
futbolistas del equipo contrario, logrando herir a un par de ellos, todo esto en nombre de un
equipo de fútbol. Terrible pero cierto.
En nuestro país no hemos estado exentos de este tipo de problemas, la serie Misterio puso a la
vista de todos los peruanos los problemas entre las barras de Alianza y Universitario, problemas
donde la violencia, las drogas y muerte eran parte primordial de la tensión entre dichas facciones
radicales. El clímax llegó con la muerte de Walter Oyarce y desde entonces no hemos mejorado en
nuestra sociedad.
Con la máscara del colorido y la fiesta se regularizan pintas a edificios y se normaliza los robos,
pero ¿hasta cuando la sociedad peruana tiene que aguantar esto? ¿Qué mensaje les estamos
dejando a los más pequeños? ¿Cuándo entenderemos que debemos educar para mejorar y qué
debemos arrancar el problema de raíz?
A ver si los equipos ponen de su parte y ayudan a erradicar la violencia.
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